La lucha de los cubanos exiliados contra la dictadura cubana se movió por un camino lleno de desaciertos desde los primeros tiempos. Era una lucha preñada de buenas intenciones que fue degenerando con el tiempo hasta que algunos líderes se dieron cuenta de que podían vivir de eso, dado el rechazo que los barbudos de la isla tenían en buena parte del mundo, aunque entre la juventud izquierdista la Revolución cubana fuera muy admirada.
En gran parte de las comunidades universitarias del orbe causaban furor las acciones de Fidel Castro, el Ché Guevara y sus camaradas contra el imperialismo norteamericano. Hasta que esos jóvenes se graduaban, entraban al mercado de trabajo y se daban cuenta del fiasco: aquello no era otra cosa que una dictadura procaz que había sometido por las armas a un pueblo noble llevándolo a vivir en la miseria. Una dictadura sostenida por la Unión Soviética como un hermano mayor a su hermano menor locuaz e inútil. Hasta que por sus mismos errores la propia Unión Soviética se vino abajo cuando ya no fue posible sostener aquel armatoste de barro que al decir de Mikhail Gorbachev era como una gigantesca rueda atascada en el camino por falta de mantenimiento.
Pero los errores y la corrupción de la dirigencia anticastrista perjudicaron notablemente la lucha libertaria. Crímenes abominables como la voladura del avión cubano, que mató a setenta y tres personas, en 1976, desacreditaron al movimiento de tal manera que muchos les retiraron el apoyo.
Por eso, la intención de este escrito es alertar a los venezolanos en el exilio acerca de la necesidad de mirarse en el espejo cubano, por aquello que decía Churchill: si quieres avanzar con paso firme hacia el objetivo, debes mirar por el retrovisor de vez en cuando.
Lo digo por los errores que hemos presenciado en la llamada “Operación Gedeón” un movimiento que nadie entiende. No soy especialista militar ni pretendo ser el cómodo censor de gente que está participando decididamente en esta lucha, pero en los cursos de periodismo sobre operaciones militares aprendimos que cuando vas a tomar una posición enemiga debes tener una proporción de 3 a 1, es decir, si el enemigo tiene cinco mil soldados tú debes tener quince mil para establecer una cabeza de playa. No ocho hombres en un peñero con su identificación, tarjetas de crédito y hasta facturas de las hamburguesas que se comieron en el McDonalds antes de partir. ¡Joder, macho!
Por si fuera poco, la operación estaba documentada en un papel firmado nada más y nada menos que por el asesor de Guaidó, quien sin empacho alguno ha declarado que le dio «un adelanto» de cincuenta mil dólares a un mercenario llamado Jordan Goudreau. ¿En serio, chamo? ¿Un documento donde se especificaban las acciones a tomar? ¡Carajo! Lo único que faltó fue que lo sometieran a licitación.
Una lucha como esta no puede estar en manos de mercenarios, porque los mercenarios se mueven por plata y si algo tiene el régimen es plata contante y sonante con la cual comprar voluntades, como fue denunciado recientemente en el caso de los diputados inútiles que saltaron la talanquera sin pudor y con descaro y de quienes ya nadie habla porque nadie quiere saber nada de ellos hasta que llegue el momento de hacerlo.
En este caso tengo la idea de que los participantes, sobre todo los exmarines gringos, se hicieron la ilusión feliz de apresar a Maduro y llevarlo a su país para cobrar la recompensa de 15 millones de dólares, como en una película de baja factura del Oeste norteamericano, sin darse cuenta de que el movimiento estaba infiltrado por las fuerzas de seguridad gubernamentales, como ocurrió con Oscar Pérez antes de ser asesinado en la masacre de El Junquito. No olvidemos que su génesis está en Cliver Alcalá Cordones, de quien se tienen tantas dudas que está preso en los Estados Unidos. Me temo que aquí se repite la historia de la fracasada invasión de Playa Girón, infiltrada por el castrismo, en abril de 1961.
Por si fuera pocos sus mentores se han encargado de alertar al adversario al hablar públicamente del asunto, al punto de que lo único que les ha faltado ha sido dar los nombres de los involucrados y sus respectivas direcciones. Toda una cadena de errores que no ha hecho más que exponer a hombres a quienes -al igual que los cubanos en sus primeros tiempos- podrán moverlos buenas intenciones, pero ya sabemos que de buenas intenciones está lleno el camino del infierno.
Ni corto ni perezoso el Gobierno ha tratado de aprovecharse de estos errores en un esfuerzo inútil por apagar el fuego de la protesta callejera que se ha prendido por el hambre y la miseria en que tiene sumido al país. Pero no podrá apagarlo porque entre otras cosas en el país no hay agua.
(*) Comunicador Social UCV. Ancla de Unión Radio 93.7 FM Puerto La Cruz.
Imagen: Alexis Rosas, visto por el retrovisor.