Estas primeras palabras del poema “Oración por Todos” de Andrés Bello que asalta mi memoria desde que se inició la pandemia por del Covid-19.
Bello, nos invita a detenernos, orar, reflexionar y agradecer. Nada más pertinente en cualquier momento, pero sobre todo hoy, cuando el mundo se encuentra detenido en una larga espera de aislamiento indefinida ante un futuro incierto.
Escuché este poema, por primera vez, en el liceo Miranda de los Teques, cuando todavía la literatura era materia obligatoria.
El profesor Mendoza se esmeraba en dramatizar cualquier texto literario para atraer la atención de los inquietos adolescentes del 4 año de bachillerato en humanidades.
Mendoza, colocaba su silla frente a nosotros. Alto, robusto, moreno. Tomaba un libro de carátula dura y hojas amarillas, de entre los muchos que llevaba a clase cada día. El silencio invadía el salón donde sólo retumbaba, la respiración y la voz cálida y grave del profesor:
Ve a rezar, hija mía. Ya es la hora
de la conciencia y del pensar profundo:
cesó el trabajo afanador y al mundo
la sombra va a colgar su pabellón.
Sacude el polvo el árbol del camino,
al soplo de la noche; y en el suelto
manto de la sutil neblina envuelto,
se ve temblar el viejo torreón.
Han pasado muchísimos años. Evoco esos recuerdos como un bálsamo suave y sanador de ausencias. Vuelvo a ser la niña en jumper rojo, blusa y medias blancas, zapatos “pepitos” negros. Mis inseparables amigas: María Victoria y Bettina. Las largas caminatas con mi hermana Lily para tomar el autobús en la plaza Guacaipuro. Retorno al aula donde conocí a muchos autores de la literatura universal.
Hoy en cuarentena, les comparto esta primera estrofa del poema de Andrés Bello y les dejo este sabio mensaje que me ha servido para superar mis tormentas, y que espero les sirva para superar las propias “Al mal tiempo, un buen libro” .
Imagen: cortesía de Impacto Evangélico