El pasado viernes 23 de Enero, oficialistas y opositores conmemoramos por igual, el aniversario de la caída de la que confiamos haya sido la última dictadura que padeció Venezuela.
En la madrugada de ese día, en 1958, activada huelga general y en la calle masivas protestas a la par del pronunciamiento de varias unidades militares, se produce la huida del general Marcos Pérez Jiménez.
No fue un hecho casual el que dio al traste con una década de tiranía.
El 24 de Noviembre de 1948, un grupo de oficiales de las Fuerzas Armadas detuvieron al Presidente legítimo de Venezuela, el Maestro Rómulo Gallegos, quien apenas 8 meses antes se había convertido en el primer Jefe de Estado electo en comicios universales, directos y secretos de nuestra historia patria, y lo aventaron al exilio, disolvieron al Congreso Nacional y al partido Acción Democrática, persiguiendo a sus líderes para encarcelarlos o desterrarlos.
Fue la ambición pura y simple la que provocó la asonada e hizo retroceder al país a estadios que se creían superados. Una Junta Militar primero, un presidente títere después y finalmente el gobierno unipersonal de Pérez Jiménez, confiscaron las libertades públicas y persiguieron con saña a quienes se le oponían. Leonardo Ruiz Pineda, asesinado a tiros en una calle de San Agustín en Caracas, Alberto Carnevalli muerto de mengua en un camastro de la penitenciaría general de San Juan de Los Morros, Antonio Pinto Salinas, masacrado por una comisión de la Seguridad Nacional cerca de Valle la Pascua, Castor Nieves Ríos, abaleado luego de horas de torturas y enterrrado en tuma anónima, el capitán Wilfrido Díaz Omaña, el Teniente León Droz Blanco, los monaguenses Domingo Turmero Barrios, Manuel y Manuelito Reyes, fueron sólo algunos de los mártires que entregaron sus vidas por el retorno de la democracia como fueron miles los perseguidos entre ellos Luis Alfaro Ucero y Moises Marcano -que lideraron la lucha clandestina en el oriente venezolano-, los prisioneros que sufrieron en los campos de concentración de Guasina y Sacupana, ubicados en el delta del Orinoco.
La dictadura lucía sólida, a pesar de la férrea resistencia, a la cabeza de ella Acción Democrática, apoyada como estaba en un feroz y sanguinario aparato represivo, hasta que se entendió de lo necesario de unir todas las fuerzas de la sociedad en procura de reemplazar al régimen y recuperar la democracia plena.
El inicio del fin lo marcó la convocatoria a un proceso electoral amañado, bajo la modalidad de referéndum, organizado por un Consejo Supremo Electoral totalmente identificado con el oficialismo de entonces. en el cual el pueblo venezolano debía votar Si o No por otorgarle cinco años más de gobierno a Pérez Jiménez y la ratificación de los Diputados al Congreso Nacional, Asambleas Legislativas y a los Concejales de la totalidad de los Municipios. El 15 de Diciembre de 1957 pocos acudieron a las urnas con lo que los resultados, 93,64 % a favor del Sí, provocaron la indignación general
Obreros y empresarios, campesinos y citadinos, civiles y militares, hombres y mujeres de cualquier edad y condición social, bajo la conducción de la Junta Patriótica, integrada por dirigentes de todas las organizaciones políticas a la fecha, consolidaron una unidad que fue perfecta y tras semanas de frenético activar, lograron lo que parecía imposible: la caída del déspota.
Seguramente podemos sacar muchas lecciones del 23 de Enero de 1958, pero la más importante, sin duda, es entender que fue esa unidad perfecta la que hizo realidad el logro de lo que parecía un sueño.
Eran muchas las diferencias las que separaban a los adecos y a los comunistas de aquellos tiempos pero las pusieron de lado para unirse en procura de alcanzar el objetivo superior de una Venezuela democrática, sin perseguidos, ni perseguidores.
Eran muchos los agravios que los urredistas recordaban de los copeyanos y muy distintas sus visiones de país pero los ignoraron para unirse en pos de una nación sin presos políticos.
Era mucho lo que los obreros podían imputar a tantos empresarios que fueron complacientes por años con la dictadura pero lo olvidaron para unirse tras un país donde todos hicieran posible la prosperidad y el bienestar común.
Era mucho el recelo con que los civiles veían a los militares, en nombre de los cuales gobernó Pérez Jiménez, lo que no impidió el acercamiento para encontrarse con que los hombre de uniforme compartían idénticos deseos de cambio.
Que el 23 de Enero de 1958 no se quede en solo discursos sino que sea permanente presente entre quienes hoy demandamos una Venezuela distinta. En tal sentido, nos atrevemos a recordar el llamamiento del 13º Pleno de Comité Central del II Congreso del PCV urgiendo “la formación de un amplio frente nacional anti-continuista por la amnistía, los derechos ciudadanos y las libertades democráticas”.